En 2021, la energía hidráulica suponía casi el 15 por ciento de la producción de la energía eléctrica en España, y ahora mismo esa cifra no llega siquiera al siete por ciento.
En la central hidráulica de Rialb, en Lérida, Cataluña, las imágenes hablan por si solas: el impacto de la actual sequía en España ha dejado el embalse por debajo del seis por ciento de su capacidad, obligando al centro a cerrar temporalmente su producción energética.
Desde Cantabria, la profesora de tecnología energética de la Universidad de Comillas, Yolanda Moratilla, lo explica con sencillez: «Normalmente estos embalses se utilizan también para el abastecimiento de agua, por lo que no se puede vaciar el embalse para producir electricidad cuando hay necesidad de agua».
Y no es este el único caso. En Cataluña hay otras siete centrales que corren el riesgo de reducir o directamente parar la producción hidroeléctrica a causa de la sequía. Los expertos no recuerdan una situación similar en décadas.
«Hay que remontarse a 1989 para encontrar una producción tan baja como la que hemos acumulado este año del 1 de enero al 31 de julio», informa Ángel García, director de los Centros de Control de Producción de Endesa.
Los datos, en efecto, son demoledores: en 2021, la hidráulica suponía casi el 15 por ciento de la producción de la energía eléctrica en España, y ahora mismo esa cifra no llega siquiera al siete por ciento.
Para colmo, esta situación se ha visto a su vez agravada por el aumento del consumo derivado de las olas de calor de este verano. Las compañías eléctricas han tenido que recurrir al gas, lo que se traduce a su vez en una subida de la factura.
Renovables como la eólica también han reducido su producción debido a la falta de vientopor esas olas de calor. La producción de este tipo de energía ha bajado más de un 9 por ciento respecto al año pasado.